El cineasta ruso regresa con un cruel y pesimista relato de subrayado tinte político que denuncia a un sistema que alinea individuos y los priva de su capacidad de amar
Las primeras imágenes de Loveless, mostrando el cauce boscoso de un río en pleno invierno, son de una belleza y una quietud sobrecogedoras, pero también son portadoras de una cruel e implacable indiferencia hacia el mundo que el ser humano ha erigido, incluso siendo a su costa. La mirada del cineasta ruso Andrey Zvyagintsev no dista mucho de ello y vuelve al Festival de Cannes con un relato tan cruel, duro e implacable sobre la sociedad rusa que parece tallado en el corazón oscuro del invierno.
Acude para ello a un matrimonio de clase media en completa descomposición conformado por Boris y Zhenya, quienes mantienen exclusivamente el lazo formal de cara la sociedad (a él podrían despedirle de su empresa si se enteran de que está divorciado) pero que de puertas para dentro discuten con desgarrado odio mientras el hijo de doce años que se arrepienten de haber tenido se resquebraja ahogadamente tras la puerta.
La falta de amor que da nombre al filme quedará patente en esa situación inicial, no sólo en la falta de atención que los padres le prestan a su hijo sino también en la egoísta intimidad de los mismos, metidos en otras relaciones que si bien gozan de la incipiente vitalidad de la pasión, acaban presentando, de forma casi paralela y a modo de símbolo, escenas de sexo que son registradas con plano largo, haciendo de los cuerpos esculturas perfiladas en la oscuridad, y que transmiten tanta estética como vacuidad.
El relato es tan cruel que el único acto de esperanza para hacer resurgir el amor reside en la desesperada huida (y desparición) del hijo. La respuesta del sentimiento primordial lo hará en paralelo al de la búsqueda del pequeño, El camino lo trazará el pesimismo de Zvyagintsev quedando el matrimonio en una tregua de conveniencia mientras que las respectivas pasiones de él y de ella mejoran y parecen evolucionar hacia un estado que hará pensar que el sacrificio del niño obtuvo una respuesta tan indirecta (pues no mejoró la relación de sus padres) como positiva (pero sí pareció dotarles de una segunda oportunidad para amar).
Sin embargo, el director ruso cortará de raíz cualquier conato de esperanza y finalizará la obra con un golpe seco. Lejos del existencialismo religioso de su celebrada Leviathan, Zvyagintsev subraya su discurso político mediante una evidente correlación entre el noticiero ruso y el estado emocional de sus personajes. La Rusia de Vladimir Putin genera individuos incapaces de amar que condenan a la sociedad al abismo; al oscuro abismo. Un oscuro invierno que queda queda codificado en las noches nevadas de Loveless. La película cierra con el mismo paisaje inicial, inmutable tras el paso de unos dos años. Muestra de la respuesta que da la naturaleza ante la invasión del ser humano: la cruel y absoluta indiferencia hacia nuestra caída.